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El asunto de pedir y recibir de Dios se enfoca perfectamente en el libro de Santiago. El escritor dice que el problema es que “… pedís, y no recibís, porque pedís mal” (Santiago 4 3). Primero, el Apóstol no duda en colocar la falla en el receptor, y no en el donante. Esto es importante porque mientras uno quede en duda sobre la garantía de Dios para dar lo que se pide con fe, el hijo de Dios no1 podrá fomentar la fe necesaria para recibir lo que se ha dado. Es por esta razón que Dios nos ha dado el Nuevo Testamento (pacto), para que el creyente pueda saber sin lugar a dudas2 cuál es la voluntad de Dios y cuál es nuestra parte. Dios siempre hace su parte una vez que hemos hecho nuestra parte.